lunes, 27 de octubre de 2008

Un pasito más cerca de comprender el mundo...

Hoy me desperté contento, abrazado a la vieja/nueva idea de hacer el ridículo cada vez que pueda...
Pero cuando fui al baño me desilusioné, ya que no vi nada ridículo en el espejo... mi reflejo me devolvía algo natural... normal... casi esperable...
Nada de ropa más que un slip verde y medias rojas... la vieja coleta de pelo aferrada a mi flequillo como desafiando la gravedad... la frase “ganado bovino” escrita con lapicera en la panza... una gran mancha de saliva seca en la mejilla derecha... y el tribal maya pintarrajeado en la frente con marcador indeleble la noche anterior...
“Eso no es ridículo, ese soy yo... nada más que eso” recuerdo que pensé...
Como buen hijo neurótico de padres intelectuales y psicobolches... corrí a mi cuarto, le robé a la biblioteca el Espasa tapa dura edición 1989, busqué la definición de ridículo y la leí atentamente...
“¿Entonces el ridículo es una concepción social? ¿Mi propio ridículo depende de ellos y no de mí? ¿No soy yo mismo el ridículo sino que me hacen los demás en función del cómo me miran?” son algunas de las conclusiones que pasaron por mi cabeza...
Herido en mi narcisismo egocéntrico, hice un pucherito, me desvestí y me dispuse a bañarme para retomar mi vida donde la había dejado...
Me duché, me sequé, me afeité y me lavé los dientes, como todo buen hijo que acepta las normas sociales de convivencia... me peiné respetable, me puse mi traje negro, camisa blanca, corbata al tono, zapatos y cinturón en composé... y cuando me miré al espejo para ver si estaba prolijo lo comprendí todo...
“Ahí estabas viejo amigo... más ridículo que nunca” y recuperé mi sonrisa...