domingo, 7 de noviembre de 2010

y el séptimo día... descansó

Cómo no sentirse chiquito cuando se enfrenta a la perfección...
La más maravillosa e infinita perfección creada alguna vez por el Eterno...
Incomparable... trémula... espasmódica... escalofriante... imperecedera... eónica… dinámica... encantadora... cautivante... divina... estupenda... necesaria... epiléptica... inteligible… adictiva... hermosa... enorme... y única perfección...
Tan sublime e inalcanzable que da vergüenza ensuciarla con la grasa pegajosa de nuestros pueriles dedos humanos...
Tan embriagante e impoluta como un arco iris regado por las últimas gotas de rocío...
o una hoja seca bailoteando a punto de caer...
o un pato nadando coqueto y petulante por aguas encharcadas...
o un pico de nieves eternas que resiste implacable a la industrialización...
o una mujer intrigante que cela profundamente a un hombre sin dar explicaciones...
o un larguísimo camino hacia la nada bajo la lluvia de primavera...
o un llanto sincero que cae desde un par de ojos llenos de aire...
o un niño cagando a pedos tiernamente a su madre porque sabe que lo adora...
o una bolsa de cuero con los soldaditos y canicas de cuando era chico...
o un tomo conservado con adoración por ser la posesión más preciada del nono...
o un culo tan majestuoso que la más linda de las flores sentiría vergüenza de sigo misma al verlo pasar...
o una mirada tan penetrante que lo dice todo...
o un rompecabezas al que le falta una pieza y por eso está completo...
o un panqueque de dulce de leche...
o un dios que baja a la Tierra y se disfraza de barrilete cósmico...
o un idiota sin sentido que se bebe las cenizas de su madre mientras un amigo se corta la carne a jirones...
o una prostituta renga que de tan dulce es amada por los hombres...
o un moribundo luchando contra la Parca por el sólo placer de enfrentarse...
o un disco de vinilo que lucha contra el olvido...
o una princesa de cuento de hadas que ve bello al ogro miserable y se enamora de él...
o un diario viejo del día en que murió Ernesto Guevara de la Serna...
o un bufón mofándose de su propia muerte en su epitafio...
o una displicente gata jugando con desdén a practicar sus destrezas con un pobre ratoncito...
o una polilla que en su tosquedad intenta recordar que pudo ser mariposa...
o un porro de eucalipto armado por un drogadicto desesperado en rehabilitación...
o un pedazo del muro de Berlín usado como pisapapeles del despacho de un abogado...
o un libro que huele a viejo...
o una etérea diosa de piel de ébano y pelo azabache que se ríe gustosa de las rubias taradas...
o un vaso de hesperidina Bagley en un bar, rodeado de parroquianos...
o un soberbio puma agazapado y listo para cazar a su presa...
o un funeral alegre conmemorando la muerte de un payaso sin risa...
o un piloncito de dinero en la mesita de luz, dejado innecesariamente por una amante pasajera...
o una mamá loba dando de mamar a su jauría recién nacida...
o una foto de mi abuela en la repisa, velando por mi sueño...
o un maldito estafador que vende gato por liebre...
o un bosque de arrayanes que se salva gracias al reciclado de papel...
o una promesa incondicional de quien se ama...
o una sinfonía de Beethoven... una película de Bergman... una novela de Dostoievski... un poema de Rimbaud... una obra de Beckett... un cuadro de Picasso... un plato de Petrona C. de Gandulfo...
o un ejército de hormigas que vence a una oruga gigante trabajando en equipo...
o un atardecer anaranjado que se refleja sobre miasmas cloacales sin perder su belleza...
y a la vez, tan increíble como Ella...
Joder, gente, cómo se hace para no sentirse tan chiquito... o por lo menos, cómo se hace para no disfrutarlo tanto...