viernes, 31 de octubre de 2008

Siempre hay un hijo de puta que si no hay regla se la inventa per jodere

Intranquilo e impaciente, fumándose un pucho como todo condenado, un joven cualquiera esperaba como podía en el estacionamiento de una clínica. Le habían comunicado hacia horas que debía realizar el reconocimiento del cadáver de su madre. Esperaba a dos de sus tíos... él quería hacerlo solo, para demostrar su hombría, pero ellos no se lo habían permitido... gracias fueron sus únicas y enigmáticas palabras cuando los vio llegar, en su imbecilidad pedante no pudo decirles más que eso... pero ellos comprendieron, lo conocían de pequeño... podían ver a través de su doloroso temor.
Sin previo aviso, se abrió la puerta de la cueva que los llevaría hacia ese incompresible momento... sólo personal autorizado... jajajajaja, los familiares del difunto se convierten en personal autorizado por unos pocos ratos... lo tragicómico de la perversión humana, con leyes hechas a medida del sufrimiento y la culpa judeocristianas de antaño... menú del día: medioevo inquisitorial... evolución hacia atrás... psicótica, maniática e inmutable...
El momentáneo verdugo los dejó pasar hoscamente... ¿quién es el hijo?... el pibe manteniéndole la mirada para dejar clara su valía... el tipo lo miró con lástima, ofendido... síganme... pasillos de hospital... luz tenebrosa, de tubos fluorescentes que parecen hechos adrede para esos sitios... la puerta del calabozo al que morbosamente los conducía... MORGUE...
Los tíos del pibe entraron voluntariamente al agobio, en forma estoica, dejando relegado a quien no debía pasar por eso nunca... pero todos escucharon en ese momento las risas del destino... la frase tan temida por los tres... la que desde hacía rato estaba anunciada tácitamente, como flotando en el aire... pregonando un momento que quedaría grabado a fuego en la memoria... una de esas pruebas en que la vida nos pone innecesariamente... debe ser familiar directo, que entre el hijo.
Nunca se supo si ese flor de hijo de puta decía la verdad o si sólo quería hacer sufrir un poco al pobre pendejo, mostrándole la carcaza vacía de lo que hasta hacía algunas horas había sido su madre...
Joder con el mocito, disimuló su falta de coraje a la perfección... inflando el pecho todo lo que pudo, hizo de tripas corazón y entró sin dudarlo... demostrando con agallas el por qué es hijo de su padre... como diciéndole al mundo no queda sino batirse.
De pronto se encontró rodeado por todos lados de impersonales baldosas de color blanco, inmaculadas... un frío aterrador agorando lo que vendría... máquinas en desuso, mesadas de metal, cajas de aprovisionamiento... parece que el almacenero no había podido ordenar ese día... y entre toda la cachibacheada, resaltando por sobre el entorno, la bolsa de plástico llena de muerte...
Se corrió el cierre sin aviso, casi sin esfuerzo por parte del tipo... lubricado el muy turro... como si quisiera revelar su contenido.
Nunca en la vida fui golpeado tan duro... puntos de acetileno cegador
Órdenes y gritos sordos... miedo y llanto puteador

Por fin apareció, ahí estaba... mortuoriamente rígida... con gesto adusto... el blanco verdoso de su cara contrastando con el negro de su lecho de polietileno... la boca entreabierta a causa de los tubos que usaron para prolongar sádicamente su existencia... la nariz algo aplastada vaya uno a saber por qué... un hilo de saliva sanguinolenta cayendo por la comisura hasta manchar la camilla... los ojos cerrados pero más expresivos que nunca, vagando entre la felicidad que causa el no sufrimiento y la culpa por haberse ido... chiquita, débil, rompible y desprotegida... frágil como nunca la había visto... cansada debido a la agonía extendida por más de un año... triste por la despedida imposibilitada... pálida y sin vida... justo ella que supo vivir con la mayor intensidad de la que pudo valerse...
Hacete hombre, mariquita... tu mami ya no está, escuchó nuestro protagonista de boca del destino... y ni se te ocurra llorar, que los hombres son rocas sin sentimientos.
Y ahí estaba yo... viendo una escena que ningún hijo debería ver... si, es ella... es mi vieja, dije automáticamente con la voz de un niño de 29 años disfrazado con varonil armadura... el brazo de Olim al cuello y la mano de Chacho en la espalda como únicos pero invalorables soportes para no caer... los lagrimales injustamente secos por años de estúpido machismo... el estómago revuelto bombeando acidez hacia la garganta quebrada... moviéndome compulsivamente para que no se note el temblor en las piernas... gritando por dentro hasta desgarrarme... inmutable por fuera, demostrando que aprendí bien el mensaje... vieron, soy un hombre carajo... desvalido pero pétreo... mintiendo hígados fuertes mientras me sentía más solo que nunca... por primera vez en la vida encabezando la lista para dejar el mundo...
Al ya está del Chacho le siguió el cierre de una vez la bolsa, hombre de Olim... se los agradeceré de por vida... si no fuera por ellos, ese escalofriante momento se hubiera extendido hasta agotar el brutal sadismo del comunicador de turno, ya que mi boca no podía articular palabra... estaba asqueado y aterrado por la visión...
Con la mueca ya borrada de su rechoncha cara, el acompañante imparcial corrió nuevamente el frío cierre de la bolsa (si gente, es una fucking bolsa... como de residuos, casi idéntica salvo por el tamaño) y nos acompañó a la puerta... ya había terminado lo peor... ahora sólo quedaba el dolor natural y el espanto por lo vivido...
3 meses y 11 días me separan ya de esa terrible experiencia... al igual que la firme convicción de que me acompañará de por vida... les agradezco haberme dejado vomitárselas, aun a costa de traspasarles parte del dolor a ustedes... y espero de corazón que el azar no los (re) coloque nunca en la situación de hacer el reconocimiento post-morten de un ser querido...