martes, 15 de marzo de 2011

Mañana sólo es el ayer de pasado mañana

Como tantas veces en el pasado, y seguramente en el futuro próximo y no tan próximo, me veo en la obligación de comenzar un post pidiéndome perdón por no colgar nada hace ya tiempo; es que me mata no hacerlo, no por ustedes sino por mí. Es una de las pocas cosas en las que me permito ser egoísta en la vida, mi propia producción intelectual (o no tan intelectual en verdad, más bien pobre y autocomplaciente por lo general… pero bueno, es lo que hay). Por eso es que, aunque suene raro, me pido perdón a mí además de a ustedes.
Recuerdo que cuando comencé esta excusa de comunicación de lo que siento, la idea original era colgar cosas con la suficiente asiduidad como para que el lector desprevenido que comenzara a seguirme no abandonara su raid lectictivo... y mucho menos por falta de material. Demasiado difícil es conseguir que alguien realmente siguiera los pormenores de una sinrazón de existencia tan patética como la mía como para encima perderlo por culpa propia. Pero nuevamente he caído en el gravísimo error de no postear, a sabiendas de que eso es nocivo para el presente blog...
Debo reconocer, sin embargo, que lo he intentado... semanas van que paso casi todas las noches frente a un Word abierto garabateando posibles textos sin que salga nada potable... y por más que me esfuerce, el cursor siempre termina de la misma manera; por más intentos que hiciera, titila y titila y titila al comienzo de una página en blanco. Qué les puedo decir... soy de los que sólo puede escribir cuando está realmente alegre o realmente triste; y por desgracia, en la actualidad, no estoy ninguna de las dos... y el resultado es un cursor que titila y titila y titila en una página en blanco. Si al menos pudiera definir mi estado de ánimo... pero no, hace meses que parezco estar montando a pelo en el caballo del desvarío misantrópico sin el más mínimo indicio de encallar finalmente en las tranquilas aguas del sosiego espiritual; ya sea para reírme de mi plena felicidad o para llorar mi acongojada tristeza, pero con la certeza de haber llegado a puerto... a algún puerto.
Cómo es eso... fácil. La pérdida de un sueño que llenó mis costras durante un tiempo, y el dolor que me produjo asumir y asimilar que ya no es posible, me generaron una tristeza enorme... tanto que llegué a contemplar la idea de romper las tres promesas que juré cumplir en mi vida incluso a costa de todo (cuáles eran y si las rompí son temas que por el momento no son incumbencia ni siquiera mía). Pero dicha tristeza fue mermando al darme cuenta de que seguramente -o eso me han dicho al menos- era lo mejor que podía pasar, no sólo para mí sino para casi todos los implicados, así que no logró llegar a tener la fuerza suficiente como para inspirarme. Y, a su vez, la alegría que me produjo la libertad de tener un mundo por delante lleno de hermosas posibilidades nuevas, al derrumbarse el sueño antedicho, tampoco llegó a ser tan potente, ya que ser libre es hermoso pero no a costa de ver romperse algo que deseábamos tanto como para entregar (casi) todo a cambio.
Así que ni tristeza ni felicidad fueron lo fuertes barra duraderas barra inspiradoras barra devastadoras como para sacar de dentro mío esas palabras que tanto ando buscando cual odre desesperado... esas palabras que me ahogan de a poco y me consumen por no poder ser expresadas. Como ven, no es de inspiración el problema sino de ausencia de palabras; y el puto cursor titila y titila y titila en actitud demasiado titilante como para que le tenga el mismo cariño que solía tenerle antaño, cuando éramos más amigos.
Si no extrañara tanto, si pudiera saber cuánta verdad hubo en el asunto, si algo me explicara por qué la crueldad, si olvidara en parte la felicidad que me producía, si supiera en quién puedo confiar y en quién no, si encontrara la forma de comenzar a dar vuelta la página, o si al menos alguien me lo escuchara en la forma en que necesito, podría hablar sobre ello, exorcizarlo y así encontrar la tan anhelada alegría (o tristeza) que me permita escribir... pero demasiados “nos” se me interponen cuando me le animo a los “sis”... y el cursor titila y titila y titila, y mi atribulada cabeza continua pensando de más, contemplando el titileo.
Entones, qué hacer con todo esto podrían preguntar ustedes... pues fácil también, como los de todo hijo de vecino que pone una verdulería con los fondos incautados por el corralito cavalliano, mis días transcurren en una ciclotimia de maniacodepresiones bastante difíciles de aguantar pero no lo suficiente potentes como para que de ellas salga algo creativo... y el puto cursor que titila y titila y titila noche tras noche sin el más mínimo indicio de tomar conciencia de ello y deponer su quisquillosa actitud.
Así durante dos meses... dos largos meses de titileo me fumé ya... dos meses de frustración por tener la valija llena de cosas para contar pero sin encontrar las palabras para hacerlo; ni sin el valor necesario para suicidarme como hiciera Deleuze cuando se enfrentó al mismo problema. Y los días pasaban y pasaban, y el cursor titila y titila y titila al comienzo de una página en blanco.
Y las ideas envejecen y se agolpan mientras titilamos juntos... él cursor y yo cursor... la gente se me amontona en el pasado no vinculante mientras las escenas van y vienen por un mar de impercepciones... cuántas mentiras se habrán dicho en mi nombre, cuántas verdades ocultas nunca saldrán a la luz... cuándo podremos deponernos o multiplicarnos... cómo dejar de añorar un futuro inverosímil pero reconfortante... quién pondrá fin a la estafa maestra realizada tan cochina y descuidadamente, desenmascarada incluso sin esfuerzo... quién se ensuciará así de feo las manos y pagará el precio de la traición de honestidad... y el cursor titila y titila y titila sin poder desarrollar alguna de las respuestas... y ahí están y no están y no sé si...
mi fiel y abnegada amiga Birutia. la turista de Olivares. un ghoul intrascendente. la tierna agresividad del mi. la libertad disfrazada de lila pánfilo. el demonio de La Boca. la heredera del trono. un verdulero lacaniano. mr. Hyde jugando a la mandanga. la tapa gastada de una Vogue antiquísima. el Eterno. la cabeza de un satélite. un histérico fantasma de las navidades futuras. la hormiguita viajera. y entre todos ellos bailando al compás, la moribunda abuela de los nietos de un payaso sin risa, que los abandona mucho antes de nacer. todos en mi mente disfrutando del sarao... y el cursor que titila y titila y titila sin poder contar nada de todo esto...
Cuánta sinceridad se habrá desperdiciado en noches de lejanía, cuánta fibra íntima se habrá entregado de más a la tiempstancia... si al menos la tristeza no se hubiera amesetado, o la alegría por fin ganara la mano aunque sea con un par bajo... pero no, sigo punto y no banca apostando a un pleno que no parece querer llegar... y titila y titila y titila, el cursor... por qué será que sigo jugándome al 5 si cada 2 por 3 sale 6, y mi viejo que nunca me hizo caso y continúa en su desoye sobre que la fortuna está en el primer 17 que vea... que mal ejemplo tuve a la final, demasiado femenina mi figura masculina, y demasiado masculina mi figura femenina... será por eso que terminé siendo un hermafrodita castrado y ligado (notarán que esto último no fue pregunta sino afirmación) que transcurre sus pasividades en un titila y titila y titila del cursor.
¿Usted qué dice, licenciado, debo creer que fue todo cierto y recordar con cariño el pasado... o alguien con mucho valor tuvo las agallas para jugar conmigo como si fuera una esquizofrénica boba, una trucha católica, un surcoreano taradopático o el tatuaje de mi primo-estrella que dice “mamá” en sus genitales?
Llevo meses intentando poetizar esa pregunta, o poematizar las posibles respuestas, o empoetizar las reglas del juego al menos... pero el cursor se la pasó en su titila y titila y titila... y no doy más, pensando cada vez con mayor fuerza que las promesas realizadas fueron un poco apresuradas... cómo se me apareció interesante entregar las únicas armas que tenía para enfrentar mi gólgota vida. Es que me quedé sin el pan y los cien volando... extrañando las palabras; ojala hubiera sido más canuto en el pasado, menos disparador de máximas bonitas o futuras célebres.
Tantas palabras dispuestas al pedo en frases ulterativas de la nada misma, que ahora que las necesito no encuentro su idiosincrasia, su estructura, su dialéctica, su pragmatismo, su desazón tan reconfortante... dónde estarás idioma, que me abandonaste hace ya tanto tiempo... si al menos me hubieras dejado con las facturas pagas podría mirar la tele y disfrutar de algún reality medio nabo y aburrido, pero ni eso... y el cursor que titila y titila y titila al comienzo de una página en blanco de mi Word... y así durante dos largos meses, hasta hoy....................................