lunes, 8 de diciembre de 2008

El vértigo a lo desconocido

El cambio de lo inmóvil, dos espejos enfrentados al vacío.
Qué más hacer cuando ya se lo intentó todo y nada,
con resultados diversos pero sin llegar al deseado...
resultados vagos e incompletos a fin de cuentas.

El pasado y el presente obnubilan al futuro incomprendido,
lo inmóvil despelleja lo furibundo del cambio drástico.
Sí el ayer nos alecciona y el presente nos complace...
por qué cambiar y arriesgar, nos gusta nuestro camino.

El fantasma de las navidades pasadas volviendo a nosotros,
volviendo para enseñarnos lo difícil del rechazo... el abandono.
El fantasma de las navidades presentes cuidándonos,
cuidándonos mientras nos amarra a costa de todo... lo inmóvil.

Falta uno, el de las navidades futuras visitándonos con codicia,
nos visita para convencernos de que lo incierto es peligroso...
que él que arriesga todo puede ganar pero suele perder;
y las pérdidas pasadas aparecen en el “ring-raje” de la mente.

Constante deja vu torturando los miedos actuales con qué será,
recordando que para ganar hay que animarse a sufrir...
y nos animamos, soñamos con la dinámica de lo desconocido
mientras apostamos todo a futuro sin pensar en padecerlo.

Mas señales mal vistas y límites poco claros nos confunden
e inmolan lo posible en convencidos ahoras bien llevados.
Lo perfecto se arruina aun antes de vivirlo y sopesarlo,
retornándonos de un fogonazo a la estática de lo inmóvil.

El presente es tan cierto, cuidador y placentero
que se torna imposible el pensar en enfrentar lo incierto.
Es tan cómodo el ahora que vivimos sin vivir, sin dinámica...
reímos, amamos y lloramos para recordar que estamos vivos.

Una sola caricia de La Suerte bastaría para juntar coraje
y animarnos al futuro sin pensar en el presente... pero,
cómo jugarse completo cuando no hay nada que ganar.
No lo sé, pero no seré yo quien renuncié a intentarlo.