domingo, 16 de noviembre de 2008

El seviluniano agujero negro llamado “15 de noviembre”

El texto subsiguiente podría llegar a resultar algo largo para el lector no avezado en el hábito de la lectura. Sin embargo, preferí hacerlo de esta manera ya que es la única forma que concibo para darme a conocer realmente... no ahorrar palabras.
Es imposible odiar un día, o por lo menos no suena del todo lógico, pero les juro que odio el 15 de noviembre con todas mis fuerzas. No tengo ni un mísero recuerdo agradable asociado a la fecha de mi natalicio; de hecho, poseo tantos malos recuerdos de cosas que pasaron ese nefasto día que me hacen realmente aborrecerlo. Parece increíble pero es larga la lista de olvidables... abandono, negación, violencia, soledad, desamor, hastío y necedad son algunas de las maravillosas visiones que aparecen en mi mente cuando pienso en la niña bonita noviembriana.
Por motivos que ya contaré en el futuro, la relación entre mis padres nunca fue del todo buena, por decirlo de alguna manera. Eso llevó que mi padre y yo nos viéramos en forma harto esporádica durante los primeros años de mi vida. Ese es uno de los recuerdos que poseo de mis cumpleaños infantiles... fuertísimos ataques de asma y llanto a mares debido al brutal sentimiento de abandono, acompañado por las amorosas palabras de mi madre quien trataba de convencerme de que ella no tenía la culpa de nada, había intentado localizarlo y él no había querido venir, o ni siquiera había respondido el mensaje... hermosos años aquellos, guiado por la sapiencia y el cariño de mis padres psicólogos... demasiada psicopateada y amor propio para un solo niñito. Pero en realidad les miento, a mi cumple de 6 años sí asistió ya que era el encargado de traer el regalo que me compraron entre ambos... mi primera bicicleta. Lástima que el muy salame no pudo con su genio y se encargó de llegar bien tarde, regalándome la primera pelea progenital que recuerdo de carácter sangriento. Ese fue el último 15 de noviembre que creo haber pasado con mi padre hasta que cumplí 21... pero no nos adelantemos.
Mis 9 también fueron bastante interesantes... mi madre se había separado unos meses antes del hombre que había elegido para reemplazar a mi padre; y como era común en ella, la ruptura fue bien conflictiva. Luego de mucho rogarle y prometerle, conseguí que me dejara invitar a Víctor sólo por ese día... pero esa mañana parece que Morfeo la despertó cortando el cable azul en lugar del verde, produciéndole un profundo estallido de mal humor... ¿resultado? completa prohibición a dejarlo subir a casa quitándome lo más parecido que tenía a una figura paterna estable. Y la cosa no termina allí, no jodo... ese cumpleaños está inmortalizado en fotos... ni un hombre mayor a 12 años se puede ver en ellas. Así que ya saben el por qué de mi gran complejo edípico-castrático.
El resto de mis cumples preadolescentes siguieron igual, sólo que ahora separado de mi padre por casi un país de distancia... hasta que llegamos a los 13, del cual me queda el gran recuerdo de estar sumido en la más profunda angustia por ver morir a uno de los seres que más quise en mi vida. Hacia meses que mi abuela arrastraba un doloroso proceso canceroso que, para esa fecha, ya la tenía postrada en una clínica viviendo en un farmacológico y saludable estado vegetativo.
Igualmente, por esos días el 15 de noviembre aun me producía alguito de expectativa y esperanza, aunque ya hubiera dejado de conmemorarlos hace tiempo.
En 1994, dos amigos que festejan por la misma época decidieron hacer una fiesta en conjunto... justo el día de mis 16 noviembres. Todo normal hasta que sonó el timbre en la casa del padre de mi gata y me tocó bajar a abrir, con la maldita suerte de que fuera ella. Abrí, me saludó, me miró fijo, realizó una de esas maravillosas caídas de ojos que sólo Nati sabe hacer, y confirmé que el juego de histeriqueos que llevábamos hace meses ya no era tal... la amaba con toda mi alma, dando lugar al comienzo de la etapa más denigrante, violenta y autodestructiva de mi vida. Algunos de ustedes la conocen, otros la vivieron, otros escucharon algo y otros no saben nada aun... pero hoy no es el día para contarles eso, no todavía. Sólo adelantaré, para no generar falsos fantasmas, que ella no tuvo la culpa de nada... los excesos, los vicios, la violencia y la falta de amor por la vida fueron todo responsabilidad mía.
Y ahora vienen los tres peores de todos... los 18, los 19 y los 21; no digo los peores por lo que sucedió realmente (que igual fue bien heavy) sino porque son los que terminaron de demostrarme que el 15 de noviembre no puede deparar nada bueno más que cuando estoy solo...
Para 1996 ya había dejado de depender económicamente de mis padres en todo sentido salvo en lo que respecta a casa y comida... pero como nuestra relación, en los mejores momentos era pésima e inexistente el resto del tiempo, ellos vivían con la constante duda sobre qué era de mi vida en realidad. Luego de una feroz pelea en que le grité a mi padre por teléfono que daba igual si “trabajaba o vendía droga para conseguir la guita”, él no tuvo mejor idea que intentar por primera y última vez en más de 10 años imponerse en base a autoridad paterno-filial; como es tan inadaptado socialmente como yo, la única forma de hacerlo que se le ocurrió fue por la vía de una amenaza desquiciada. Corría la segunda quincena de noviembre, así que pasé mi cumpleaños de 18 encerrado bajo llave debido a la irracional pero verídica imposición paterno-maternal de llegar a casa antes de la caída del sol so pena de denunciarme a la policía si no cumplía. Que fantástica jugarreta del destino, preso en mi hogar el día en que se me otorgaba la mayoría de edad legal... pero igual me emancipé por la fuerza, ya que fue la última vez que respeté los imperamentos de mis padres...
De mi cumpleaños de 19 sólo diré que me encontró en mi peor momento y, acompañado por una poco feliz decisión de mi madre, degeneró en el hecho más violento que alguna vez haya cometido en mi ya de por si violenta juventud... me despertó diciendo que no pasaría el día conmigo porque no quería hacerlo y que se iría a un congreso en Mar del Plata... y la saqué de mi cuarto empuñando un arma blanca... estaba realmente jodido por esa época ¿qué más decir que eso?
Última anécdota, que ya estoy abriendo demasiado el baúl de los recuerdos... la mayoría de edad absoluta llegó luego de unos meses de que mi madre me echara legalmente de mi casa, con orden judicial y todo. Ese cumpleaños, el de 1999, fue sin dudas el más solitario que pasé en mi corta vida... bien rodeado de gente, pero más solo que nadie. Separado por 1200 kms. de la única persona con quien quería estar, transcurrió encadenado a una mesa sanjuanina, agradecido por la intención pero para nada contento con la idea... peleado con mi madre, viviendo en una pensión intentando superar económicamente el día a día, divorciado de mi carrera, sin trabajo, aun adicto al alcohol, sin ningún amigo en el mundo y sin ninguna perspectiva de mejoría cercana...
Espero que ahora puedan comprender el por qué de mi violencia, hastío, ocultación, opacacidad, autismo, negación y falta de ganas en los cumpleaños sucesivos... demasiados malos recuerdos para un solo día. ¿El último? ¿el de ayer?
Casi similar a los anteriores... horripilante... huérfano de madre debido al azar y de padre por elección mutua... encerrado bajo llave y divorciado del mundo... como queriendo validar y convertir en profecía autocumplida el sentimiento de abandono que los 15 de noviembre me producen. Pero debo reconocer que, en honor a la objetividad (si mease Tato, objetividad), ayer hubo algunas salvedades a la regla... algunos buenos recuerdos que me sacaron del derrotismo... “tablas” intentaría gritar el Supremo igual que Boris Spassky en aquel mentado encuentro de 1972 en Islandia.
La autoritaria invasión de mi hogar realizada por una anciana y un neurótico a las 00 horas, pero que debo reconocer no me resultó tan desagradable... comenzar el día escuchando en el contestador una voz que hacia años que extrañaba con locura... la impúdica presencia de ese hombrecito verde que suelo ver últimamente en sueños y alucinaciones quien, a pesar de hacerme cagar hostias por su afecto, está ahí cada vez que lo necesito... erráticas, hermosas y no siempre oportunas o esperables muestras de cariño... la impuesta pero felizmente feliz cena en compañía de la mujer que amo... y uno de los mejores y más lindos regalos que tuve en mi vida, pero inexplicablemente rechazado por mí; la sola idea de resumir la felicidad y la esperanza a un número se me presentó tan irracional, involuntaria y estúpida que no pude permitirme el tomarla, ya que hubiera aumentado la duda y la no tan cuerda expectativa de un futuro ilusorio e inverosímil...
¿Y ahora qué? preguntarán... simple, 364 hermosos días hasta la llegada de la próxima zancadilla del almanaque. Un bellísimo año por delante pero sabiendo que el 15 de noviembre está ahí, que es inevitable que vuelva a suceder... eso es lo malo, la cuenta regresiva... 363... 362... 361... 360... cada vez falta menos... pero esta vez con la creencia de que lo de ayer puede repetirse...