jueves, 20 de noviembre de 2008

Breve historia de José y el pavo

Aquí termina el horario de protección al religioso, la permanencia de católicos y judéo-cristianos frente al presente blog queda bajo la exclusiva responsabilidad de sus señores estómagos. De verdad gente, tómenlo con sentido del humor...
La editorial de “memorias de un etcétera, etcétera” tiene el agrado de presentar en exclusiva mundial un adelanto del recientemente descubierto Evangelio apócrifo de San Pendorcho, el cual fuera desenterrado el pasado 30 de febrero en las partes bajas de la ciudad de Jerusalén.
El mencionado documento estaría siendo estudiado por científicos, curas, antropólogos, aseguradores y vendedores de espejitos de colores con el fin de corroborar su veracidad histórico-religiosa. Hasta el momento, ya existen 3 motivos puntuales que pondrían en duda su valor tautológico, a saber:
1- si bien las pruebas de carbono 14 demostrarían que el manuscrito proviene de una fecha cercana al año 13 d.C., el hecho de que esté escrito con una lapicera estilográfica genera dudas en quienes lo investigan. Pero si Dios nuestro Señor pudo otorgarle a su hijo el poder de convertir agua en vino y de hacer aparecer pescados, bien puede haberle regalado a San Pendorcho una lapicera de oro el día en que éste se recibió de santo.
2- los pliegos del pergamino fueron encontrados en las ruinas de lo que parecería ser un antiguo lupanar romano, hecho que no niega su veracidad histórica pero si el carácter de santo del señor Pendorcho. También se puede suponer que nuestro protagonista perdió sus folios en ese lugar un día en que había ido a reconvertir “ovejas negras”.
3- el no comparecimiento del autor en ningún otro evangelio, relato, texto, manuscrito, folleto, historia boca en boca, folletín, volante, cuadro, magazín, periódico, mazo de cartas, runa, dibujo rupestre y/o leyenda urbana de la época podría hacer creer a los investigadores que dicho sujeto no ha existido en realidad. Sin embargo, en la letra presente en el texto se puede notar que ¿San? Pendorcho era un hombre de carácter taciturno, apocado y más bien hosco. En otras palabras, no debía tener ni amigos ni compañeros de andanzas que estuvieran dispuestos a relatar nada sobre él o su vida.
Por lo tanto, no obstante estas refutaciones, algunos historiadores pontífices de la fe canónica pertenecientes a la sagrada escuela de los que toman como aceptable cualquier cosa que intente demostrar la existencia de Jesús (la SETACCIDEJ) han tomado como validas sus deposiciones, pasando éstas a engrosar las futuras filas del Requetenuevísimo Testamento, de publicación en breve.
Basado en estos hechos, el Pedante Arrepentido ha decidido dar su visto bueno para publicar en primicia primiciosa una de sus más aleccionadoras historias. En dicho relato podrán comprobar, oh queridos lectores, la existencia de un más que interesante lado humano y temeroso en San José, el pater putativus.

Belén, año 3755 del calendario hebreo
Todo comenzó en un rancho pobre, en el que vivían un artesano y su mujer.
José se encuentra en su carpintería trabajando en la confección de una silla. Afuera, María alimenta a las gallinas; se mueve pesadamente debido a que está en su octavo mes de embarazo. Con algo de suerte, en unos días nacerá su hijo, al que llamarán Jesús, trayendo años de bonanza al pueblo judío.
Sin previo aviso, un pavo se sitúa en una ventana frente a José, la más alejada... se trata de la ventana opuesta al hombre respecto del cuarto. El ave mira fijo al artesano y enuncia “glugluglu”, a lo que José preocupado le tira un puñado de clavos. María observa la situación mientras el pavo esquiva la metálica lluvia.
José, algo nervioso, toma un martillo y se lo tira al pavo mientras farfulla enojado “Shu... shu pavo... vete de una vez”. María comienza a acercarse al cuarto mientras el pavo... “glugluglu” y esquiva con gracia el objeto arrojado.
El artesano, algo iracundo, arroja la silla que estaba haciendo contra el pavo al grito de “pájaro apestoso, ¿qué demonios vienes a hacer aquí?”. María con esfuerzo está casi por llegar al taller mientras el pavo... “glugluglu” y esquiva...
Ya fuera de sí, el carpintero levanta su mesa de trabajo y se la revolea al pavo mientras vocifera con la cara color grana “pajarraco de mierda... ojalá te mueras”. Su mujer ya dentro de la habitación observa al pavo quien... “glugluglu”, esquiva...
María, entre preocupada por el accionar de su marido y resignada, dice en vos alta y clara “José, deja tranquila al pobre ave”.
A lo que José respondiole “no jodas, mujer... si a vos entró una luz y te embarazó, este pavo nos culea a todos”.