miércoles, 29 de octubre de 2008

El límite debería ser claro...

Me encantaría poder brindarles un texto sesudo e inteligente, que mente sobre temas importantes de la realidad mundial o que divague acerca de la conciencia humana y la psicología del individuo... pero no podré. La indignación que siento en este momento por un hecho visto ayer a la noche no me permite pensar tranquilamente. Me senté al ordenador con ganas de charlarles sobre la paz mundial, pero no puedo quitarme esa espantosa escena de la cabeza. Así que seré fiel conmigo mismo y les hablaré de ello.
No soy una persona fácil de asquear, de verdad. A lo largo de mi vida he realizado cosas que harían sentir asco a más de un mentado en esto de la aberración humana. También puedo asegurar que he ingestado alimentos (si se los puede llamar así) que producirían una mueca de espanto en la cara del protagonista de Delicatessen y he dormido en lugares que hasta las ratas de albañal mirarían algo desconfiadas.
Pero ni la práctica sexual más aberrante, ni la maldad más extrema, ni comer grillos y paloma de ciudad, ni dormir bajo un puente infecto, ni ver el interior de un amigo accidentado me prepararon para tal grado de repugnancia como el que sentí ayer. Es algo inexplicable... cómo un ser humano en sus cabales puede ponerse voluntariamente en una situación así, caer tan bajo, exponerse a la burla y el escarnio de sus semejantes con una sonrisa en la boca y sintiendo real deseo de hacerlo.
Es decir, comprendo exponerse a eso por no desperdiciar... porque ya esta allí... por recordar a nuestra abuela diciendo “en la guerra quisieran lo que vos tirás”... por gusto pecaminoso de sentir aunque sea un poco esa horrible sensación... y cosas por el estilo.
Pero pedir por elección propia y sin obligación aparente una parrillada de achuras es un tipo de placer morboso que nunca podré compartir ni aceptar en otro sujeto sin sentir un profundísimo deseo de levantarme e irme.
Gente, sean coherentes... si ya están allí, mezcladas entre los cortes que si valen la pena, y se desea comer un poco de carne de vísceras... háganlo sin culpa... sabiendo que es asqueroso pero sin culpas. Pero someterse a pagar por las sobras de un animal casi lo mismo que por comida de verdad, es algo que debe ser charlado con su psicoterapeuta de turno.
Razónenlo un momento y dense cuenta de que elegir comer carne de órgano en lugar de nutritiva comida perteneciente a la pirámide alimenticia no es una actitud ni coherente ni decente. Así que digan NO a esa práctica tan aberrante como antisocial...
Los dejo con el ferviente deseo de haber echado algo de luz sobre las confundidas mentes de quienes poseen ese feo vicio, con el objetivo de que dejen de realizar esa incomprensible autoflagelación hacia su persona... de verdad, hasta preferiría que se droguen con cosas fuertes antes que eso... sería menos nocivo.